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domingo, 11 de septiembre de 2011

Hasta cuando la cago, demuestro que soy el mejor

Comenzaré por aclararles que si bien no sé manejar un automóvil, soy lo que se dice capaz de manejar una motocicleta, sin embargo, nunca me ha gustado manejar en la carretera por miedo a que me peguen o algo así. Y ya que para llegar a mi escuela tengo que pasar por la carretera, desacredito totalmente esa opción. Así que viendo que soy un miedoso para andar en moto y no sabiendo manejar, me tengo que limitar a transportarme como un ser humano más: En el transporte público.

En mi país al transporte público le llamamos peseras, que son camiones que llevan a distintar partes de la ciudad, así que aquel día, de por si me había levantado tarde para ir al colegio, me fui con una lentitud impresionante a tomar el camión y eso sumado al tiempo en que se tardó la pesera en pasar, ya iba con al menos unos veinte minutos de retraso.

Pues bien me subí, busqué un lugar más o menos descente (Yo suelo subirme en el lugar del copiloto, pero ese día otro hijo de puta me ganó el lugar), me puse cómodo y dejé que el transporte hiciera su trabajo. De la parada a la escuela el autobus se hace unos 30 minutos, o sea que según mis cálculos para ese momento yo ya iba llegar casi una hora tarde (Y además, la otra vez me regresaron a mi casa por llegar tres minutos tarde), sin embargo, yo andaba como la persona más tranquila del mundo.

Sin embargo, al apenas estar saliendo el sol, aun estaba oscuro y mi cuerpo se relajó de más en mi asiento, mis parpados comenzaron a hacerse pesados hasta que finalmente cedí ante la indesputable voluntad de Morfeo, sumiéndome en un profundo sueño.

No sé si fue un sueño o si fue mi consciencia o algo así, lo único que sé, es que recordé la escuela y me levanté de golpe. Habían varias personas que me miraban extraño, estoy seguro de que al ver mi uniforme se dieron cuenta que ya me había pasado de mi parada, pero aun así no dijeron nada (Hijos de puta). Me quedé un rato más en el camión para asegurarme de que ya me había pasado y cuando las calles por las que pasaba corroboraron lo que pensaba, decidí bajarme.

Sin duda estaba demasiado lejos de mi escuela, más o menos a unos veinte minutos a pie. Cualquier otra persona habría llorado y le hubiese llamado a su mamá para que lo fuera a recoger, sin embargo, yo, como buen macho legionario que soy, con cara en alto me dirigí camino a la escuela, pasando por una carretera.

La verdad tan sólo pensaba ir a disculparme por haber llegado tarde, pues según yo, no me iban a dejar entrar. Sin embargo, luego de largos minutos de camino finalmente se hizo visible el edificio de mi escuela, así que con relativa tranquilidad arrivé a las puertas de cristal de la escuela, donde la directora sostenía una discusión con la madre de otra alumna que había llegado tarde.

Mientras ellas discutía yo tranquilamente me paré al lado de la señora esa, esperando a que se callara, cuando pasó eso, ni siquiera saludé a la directora cuando ella me dijo “pasa”, sonreí victorioso y entré como si nada.

Si bien no entré a la primera clase, fue un logro épico el que me hayan dejado entrar con al menos una hora y quince minutos de retraso. Todos los de mi escuela me tuvieron envidia porque pude entrar.

Soy el puto amo.

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